Catherine Marsh Kennerley, Ph.D.
Una admirada colega, en
respuesta a la crítica por el cierre de los portones del Recinto de Río Piedras
que inició la huelga y en defensa del estudiantado, escribió hace unos días que
como profesora por contrato la universidad ya hace tiempo estaba cerrada para
ella. Que nadie se llame a error, no es
el estudiantado quien cierra la universidad, los que la clausuran son aquellos
que recortan su presupuesto y los que condonan a quienes le deben a la
universidad.
Como catedrática con quince años
de servicio hace tiempo que presencio el paulatino cierre de la Universidad: en
los brillantes colegas con doctorado que trabajan por sueldos indignos, en las
despedidas de los talentosos profesores que han tenido que hacer las maletas,
empacar sus libros y marcharse del país.
Veo el cierre en la falta de secciones o en el sobrecupo, en las puertas
tapiadas por contaminación de asbesto del edificio en el que laboro, la
Facultad de Estudios Generales, el umbral del estudiantado de nuevo ingreso; en
las ventanas selladas de la sala de la facultad, otrora espacio vital de
reunión y de intercambio; en la dudosa estructura que alberga el Programa de
Estudios de la Mujer y Género, pequeña edificación aledaña a otra similar que
hubo que demoler hace algunos años porque se derrumbó; y porque al Departamento
de Español de mi facultad solo se puede llegar por escaleras así que no
cualquier estudiante o docente podrá visitarlo.
“Cerrar para abrir” escriben los
estudiantes en trozos de cartulina... Quien piense que la universidad la
cierran ellos, no mira hacia arriba, no se detiene a reflexionar acerca de quiénes deciden los presupuestos, se alía con
los poderosos, que con suprema avaricia
y desdén, y francamente odio a la juventud, cierran la universidad y el país a
esta generación. Es una película terror, los monstruos son la Junta de Control
de Fiscal y este gobierno sumiso y cómplice que desean que caminemos por un
país en ruinas, y como en la peor de las distopías, que un día recorramos los desolados
edificios de la universidad tratando de recordar que allí alguna vez se habló
de literatura, historia, de arte, de ciencias y números.
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